“Los cunetes poblaron el territorio de los tartesios, donde se
dice que los titanes hicieron la guerra contra los dioses, cuyo rey más
antiguo, llamado Gárgoris, fue el que inventó la costumbre de recoger la
miel. Como a éste le naciese un hijo procedente del estupro de una
hija, por la vergüenza del castigo, quiso matar al pequeñuelo por
distintos procedimientos. Pero conservado éste por una fortuna en todas
las vicisitudes, al final llegó al trono por conmiseración de tantos
peligros. El primero de todos fue que le mandó exponer, y cuando al cabo
de unos días ordenó observar el cuerpo del expósito, lo encontró
alimentado por la leche de distintas fieras. Después, llevado a casa,
mandó arrojarlo en un sendero estrecho por donde solían pasar los
rebaños, proceder crudelísimo, porque prefirió que su nieto fuera
pisoteado en vez de matarlo de una muerte simple. Pero también esta vez
quedó incólume y no careció de alimentos. Lo echó entonces a los perros
azuzados por muchos días de abstinencia, y más tarde a los cerdos. Pero
como no sólo no recibiese daño alguno, sino que incluso se alimentó de
sus ubres, al final lo mandó arrojar al océano. Entonces claramente se
manifestó un numen, y entre las olas agitadas le condujo como en una
nave, no por una corriente, siendo depositado en el litoral en mar
tranquilo. No mucho después se presentó una cierva que ofreció sus ubres
al pequeño. Del trato con su nodriza el niño adquirió una enorme
ligereza de pies. Entre las manadas de ciervos recorría montes y bosques
sin cederles en velocidad. Al final, capturado en un lazo, fue regalado
al rey. Entonces fue reconocido como su nieto por la semejanza de los
rasgos y las marcas del cuerpo que habían sido grabadas a fuego al
muchacho. Por la admiración ante tantas aventuras y peligros fue
destinado al trono por el rey. Se le impuso el nombre de Habis, y cuando
recibió el reino fue de tanta grandeza que no en vano parecía elevado
por la majestad de los dioses en tantos peligros: pues dio leyes al
pueblo bárbaro, fue el primero que enseñó a uncir los bueyes al arado y a
cultivar los alimentos. Obligó a los hombres a comer alimentos más
civilizados, en vez de los agrestes por el odio de los que habían
sufrido. Sus aventuras parecerían fabulosas, si no se les comparase con
las de los fundadores de Roma alimentados por una loba, y los de Ciro
rey de los persas, alimentado por una perra. Prohibió los oficios
serviles al pueblo, y dividió la plebe en siete ciudades. Muerto Habis,
el reino fue conservado muchos años por sus sucesores. En otra parte de
España, formada por islas, existió el reino de Gerión. En ella hay tanta
abundancia de pastos que si no se pusiera coto a la alimentación, los
ganados reventarían. Por lo cual los rebaños de Gerión, que entonces era
lo único que constituía la riqueza, alcanzaron tanta fama que tentaron a
Hércules desde Asia por el tamaño de la presa. Además no fue Gerión de
triple naturaleza, sino que eran tres hermanos de tanta concordia que
parecía que gobernaban con el mismo ánimo. Tampoco hicieron la guerra a
Hércules de su propia voluntad, sino que viendo cómo se llevaba sus
rebaños, los recobraron por la fuerza”.
Justino, XLIV, 4-16.